
Los pasados días 28, 29 y 30 de septiembre y 4 y 5 de octubre de 2022, se celebró el Festival Octubre Negro en Madrid, con la colaboración y patrocinio de Bibliotecas, Museos y Archivos de Madrid, la Asociación de Escritores y Artistas Españoles y el Excmo. Ayuntamiento de Madrid. Un festival cuyo objetivo es convertirse en referencia y puntal de los festivales literarios de nuestro país, así como en cita ineludible para los amantes del misterio, el crimen y la investigación policial. Loable objetivo, no hay duda, pero, por lo que pude ver durante los días que me acerqué al evento, aún les queda a los organizadores un largo camino por recorrer hasta lograrlo.
No puedo hablar por las tres ediciones pasadas porque no pude asistir, así que ahí no entro, pues quizá fueran un éxito de crítica y público y, como dijo el comisario del festival, J.D. Álvarez, en aquellas ocasiones asistieron más de cuatrocientas personas. Mi opinión se limita a la cuarta edición de este año —en una sala preparada para acoger como mucho a 50 personas (haciendo pleno)— que me resultó, en general, decepcionante. Solo destacaría la participación de algunos buenos oradores —entre ellos, el escritor Fernando Sánchez Dragó, a quien siempre resulta un placer escuchar— y el entusiasmo del público.
Y eso que cuando vi la programación hubo temas que me parecieron muy interesantes, aunque otros como el homenaje a Luis Eduardo Aute, con todo el respeto del mundo, no lo entendí. ¿Es un festival literario centrado en el misterio, el crimen y la investigación policial el foro idóneo para hacer un homenaje a Aute? Las personas que me acompañaban eran de la misma opinión, y cuál fue la sorpresa que hasta el propio Sánchez Dragó, que participaba en la citada mesa homenaje, durante la segunda jornada, reconoció que fue la primera pregunta que hizo cuando los organizadores contactaron con él. La justificación de J.D. Álvarez nos resultó desafortunada: «que hay más negro que hablar de un amigo muerto».
Es cierto que en estos momentos atravesamos una crisis económica y que los recursos, tanto humanos como económicos, son limitados. No obstante, y con ánimo constructivo, me gustaría resaltar algunas de las cuestiones que, desde mi punto de vista personal, podrían mejorarse para futuras ediciones si, de verdad, el festival pretende convertirse en un festival de literatura noir de referencia en España:
1.- Cada edición del festival debería focalizarse en un único tema principal (máximo dos), y los diferentes aspectos o puntos de vista del tema desarrollarlos en diversas mesas de debate a lo largo de los días en que se celebra. Soy partidaria de dedicar menos días a la celebración del festival, y de potenciar más el nivel y la riqueza de los debates con un mayor número de oradores que aporten distintos puntos de vista u opiniones. ¿Y por qué no dar cabida en el programa a la opinión de responsables de cultura en las diferentes administraciones?
2.- No se puede publicitar un programa estructurado en mesas de debate, donde se contempla «preguntas por parte de la prensa y el público asistente», y que la realidad sea una mesa formada por un orador principal —que da una ponencia o charla—, el comisario del festival, que se dedica a lanzar preguntas guiando la presentación del primero, y una moderadora que controla los tiempos, pero que no modera las preguntas que se podrían suscitar entre el público porque en ningún momento invitó a los asistentes a hacerlas. Es decir, sería mucho más enriquecedor si, de verdad, hubiera debates.
3.- En caso de que hubiera un patrocinio por parte de una editorial, por el bien del festival este debería incluir representantes de otras editoriales, así como de otros sectores del mundo literario.
4.- Se debería invertir más en diversos soportes publicitarios y en la comunicación. Me refiero a potenciar la distribución de artículos, noticias, píldoras audiovisuales, podcast con entrevistas, etc. a modo de «lluvia fina» en redes sociales y página web (sin olvidar a la prensa), destacando los puntos fuertes del festival desde meses antes de celebrarse, durante y después. Asimismo, a utilizar la imagen del festival en la cartelería. Por ejemplo, un cártel como Dios manda a la entrada del lugar de celebración (y no la suma de folios pegados a un caballete con el programa a la entrada de la biblioteca) y la diapositiva/proyección de la imagen oficial del festival en la pantalla dentro de la sala y siempre a la vista.
5.- Y si la economía da para ello, también sería de agradecer un servicio de catering para ofrecer un café a los asistentes. Aunque para eso, además de presupuesto, debería contemplarse en el programa una pausa de al menos 20 minutos —en cada tarde en que se estructura el programa del festival—, donde haya un acercamiento entre oradores, escritores, editores y otros profesionales del mundo literario y el público asistente.
En fin. Desde aquí les deseamos el mayor de los éxitos para el año que viene.
