
Sinopsis:
Esta es la historia de una familia que amaba reunirse, comer, beber, reír, bailar y discutir. Que amaba el sol y el hedonismo de los días de verano. Este es el testimonio abrumador de una mujer que se atreve a revelar un secreto que guardó durante años. Un secreto que ahoga la memoria, que oprime, que anula el placer para siempre, que baila al ritmo del miedo y se alimenta de la vergüenza y de la culpa.
La familia grande, que se ha convertido en el fenómeno editorial del año y cuya publicación ha conmocionado a la sociedad francesa, no es un simple testimonio ni una venganza pública, es una obra magistral que reconstruye con una implacable precisión los mecanismos de dominación y pone en evidencia cómo la violencia sexual destruye toda certeza. La historia de esta familia es universal y manifiesta el poder de la escritura frente a la omertà y la ausencia de justicia. Es la historia de una liberación tardía y de una lucha por dejar atrás un mundo antiguo en el que reinan los depredadores.
Opinión:
Esta es una de esas veces en que compras un libro —en mi caso, en formato digital— por su sinopsis esperando encontrar una historia fascinante y te llevas una sorpresa. Mira que leo la prensa todas las mañanas procurando estar al día de la actualidad política y cultural, pero solo después de terminar la lectura de La familia grande, de Camille Kouchner, y buscar en internet la biografía de su autora, he tomado consciencia de lo que tenía entre manos. Esta memoria pez mía me juega malas pasadas, no hay duda, porque el año pasado debí de leer las noticias publicadas sobre el tema. Me estoy refiriendo a la investigación —real, no penséis que la historia del libro es una ficción— por abuso sexual de menores contra Olivier Duhamel, la cual levantó una polvareda tremenda en Francia.
Olivier Duhamel, exprofesor universitario y político francés, miembro socialista del Parlamento Europeo de 1997 a 2004, renunció a todos sus cargos en enero de 2021 en medio de acusaciones de violación e incesto. Su víctima, hoy un hombre de 45 años, denunció en 2021 los abusos sufridos a manos de su padrastro hace tres décadas, a razón de la cual se abrió una investigación. Durante un interrogatorio, el propio Olivier Duhamel reconoció haber cometido abusos contra el hijo de su esposa cuando este tenía 13 años, sin embargo, al final no fue juzgado porque el delito había prescrito.
La víctima no fue la única que tuvo la valentía de hablar, aunque fuera tarde. Su hermana, Camille Kouchner, hija del exministro socialista y cofundador de Médicos Sin Fronteras, Bernard Kouchner, y de la politóloga e icono de la izquierda francesa, Évelyne Pisier, publica el mismo año La familia grande donde revela cómo su hermano gemelo —a quien se refiere en el libro como «Victor»—, fue víctima cuando era adolescente de abusos sexuales por parte de su padrastro. Podéis leer, por ejemplo, la noticia redactada por la corresponsal en París, Silvia Ayuso, de El País, sobre este tema del que se habló mucho en los medios.
Fue tal el impacto político-social en Francia, que poco después se aprobó una edad mínima de consentimiento, algo que no se consiguió en la última reforma de la ley contra la violencia sexual, que data de 2018. Según la nueva normativa, la edad de consentimiento se fija a los 15 años, aunque para los casos de incesto se eleva hasta los 18.
Sin saber o recordar el contexto que acabo de explicar, y para ser sincera, la advertencia inicial me puso en guardia: la autora ha cambiado algunos nombres. No se trataba de una obra de ficción como al principio imaginaba; de hecho, una vez leído sobre el caso y su repercusión en el país vecino, puedo decir que ha mantenido la mayoría de los nombres. Y en el caso de su padrastro, siempre se refiere a él con este feo sustantivo; jamás le pone nombre, ni siquiera ficticio.
Mi madre murió el 9 de febrero de 2017. Completamente sola en el hospital de Toulon. En su expediente médico, pone: «falleció en presencia de sus allegados», pero ninguno de sus hijos se encontraba allí. Mi madre, menudísima en una cama de hospital, murió sin mí.
Y yo debo vivir con esa conciencia.
Mediante este párrafo, con el que Camille Kouchner da comienzo a su historia, quedé clavada al sillón. Y sin darme cuenta, por unas horas, me convertí en la receptora improvisada de los dolorosos recuerdos que tanto le costó guardar en silencio. Los recuerdos sobre una familia grande que se formó en torno a su abuela materna, su madre y su tía, y en torno a su padrastro y el primo de este (segundo marido y esposo, respectivamente, de las hermanas Évelyne y Marie-France). Cada año, veraneaban todos juntos en Sanary, la propiedad familiar, junto a sus niñeras y la presencia constante de una larga lista de invitados, amigos de unas y de otros: intelectuales de izquierda, exiliados de Chile, … enseguida hasta ministros. Los mayores se despreocupaban de los hijos, mientras disfrutaban de los placeres de la vida y se enzarzaban en interesantes debates; los niños, jugaban, mientras como esponjas absorbían las enseñanzas —ideológicas y otras de moral cuestionable— de esos adultos que tenían como ejemplo. Veranos idílicos, de cara a la galería, de muchos miembros de la élite francesa, que no veían —o que no les interesaba ver—, al monstruo que de día actuaba como quien se sabe intocable y al caer la noche entraba a hurtadillas en las habitaciones.
Hay muchos aspectos de esta obra que me han gustado. Sobresale el modo singular de narrar de Camille: retazo a retazo, recuerdo a recuerdo, la autora cose con esfuerzo la historia de treinta años de su vida. Retazos del pasado se mezclan con el presente; los años felices e inocentes de su infancia con aquellos otros que mortificada por la culpa dejó transcurrir en silencio —tenéis que leer la obra para averiguar las razones—, una vez consciente de lo enfermo que estaba su padrastro. Retazos que muestran el esfuerzo de la memoria tres décadas después y prueba de la honestidad de su relato:
La culpabilidad penetró en mi interior como un veneno y pronto invadió todo el espacio de mi cerebro y de mi corazón. La culpabilidad se desplaza de objeto en objeto. Adopta varias caras y te hace arrepentirte de todo y de cualquier tontería. […] Y, primero de todo, la culpabilidad ahoga la memoria. Borra las fechas para dejar a su presa en la oscuridad. Ni Victor ni yo podemos decir con exactitud la edad que teníamos entonces. Catorce años, creo.
En contra de lo que parece al inicio, no es Camille la protagonista de La familia grande, al menos no la única, sino la culpabilidad que siente por guardar un terrible secreto familiar; como una serpiente la asfixia, la devora lentamente, la impide vivir. Y es que algunos secretos pesan y te carcomen por dentro, se hacen más y más grandes, hasta que al final afectan a aquellas personas que quieres.
Esta obra no es para todo el mundo. Respiré aliviada cuando la narración no entró en detalles sórdidos. Sin embargo, sufrí cuando interpreté, a través de las palabras de una Camille niña, los silencios, los ruidos extraños, las muestras falsas de cariño, los dichosos puntos suspensivos… Y más tarde, impotente, me obligaba a espirar el aire retenido, con ganas de zarandear de los brazos a esa Camille adulta para que reconsiderase su actitud. No sabéis lo que me alegré de que al final los dos hermanos, por vías distintas, tuvieran el valor de denunciar.
Siempre he escuchado decir que hay padres que no merecen ser padres; este es uno de esos casos. Impacta cuando Camille se libera y denuncia el abandono, la hipocresía, la mal entendida libertad, el abuso de poder y, por encima de todo, la maldad; cómo coge el toro por los cuernos y se prepara para dar la batalla que no pudo dar antes:
Grandes penalistas. Abogados estrella. Los escogí a propósito. Primeros de la lista de los mejores bufetes. Había que intentar hacer contrapeso. Había que intentar compensar el prestigio de mi padrastro y el de mi madre, como grandes profesores de derecho. Había que prepararse para hacer frente a las potenciales refutaciones de sus amigos, algunos de los cuales eran grandes abogados, que se verían obligados a defender su propio silencio.
En definitiva, La familia grande es una obra desgarradora que agita conciencias; una biografía novelada cuyo impacto político, cultural y social, en Francia, propició una reforma positiva en una ley que no protegía en todos los casos a las víctimas de abusos sexuales.
Mi valoración: 5/5
Camille Kouchner es abogada y profesora universitaria de derecho privado en París. La familia grande es su primer libro y con él ha revolucionado la sociedad francesa.
A raíz de su publicación en Francia surgió el movimiento #metooincest, que llenó las redes sociales de miles de casos -según una encuesta, el 10% de los franceses dicen haber sufrido abusos sexuales por parte de un familiar cuando eran menores- y se aprobó una edad mínima de consentimiento sexual.

FICHA TÉCNICA:
Título: La familia grande
Autora: Camille Kichner
Traductor: Palmira Feixas
Editorial: Ediciones Península (Planeta)
ISBN: 978-84-1100-005-5
Fecha de publicación: 06/10/2021
Formato papel: 14 x 22 cm
Encuadernación: Rústica con solapas
Idioma: Español
Otros formatos: Audiolibro, eBook