«Zuleijá abre los ojos», de Guzel Yájina: Una obra llamada a figurar entre los clásicos de la literatura rusa

«Zuleijá abre los ojos», de Guzel Yájina (Acantilado, 2019)

Sinopsis:

Corre la década de 1930 en la pequeña aldea de Tartaria donde viven Zuleijá, su rústico marido, treinta años mayor, y su anciana suegra, empeñada en castigarla por no darle nietos. La educación recibida impide a la joven resentir siquiera el grado de servidumbre al que está sometida o desear una vida distinta. Pero cuando una serie de acontecimientos la arranquen de su pequeña familia y la arrojen a un mundo no menos brutal, pero sí más ancho y diverso, lleno de personas de distintas procedencias, oficios y credos, verá desmoronarse sus creencias más arraigadas. Con el tiempo, no obstante, este forzoso exilio material y moral permitirá a Zuleijá dar y recibir afecto, engendrar e incluso decidir su suerte. Con una prosa tan vivaz como versátil y la inmensa perspicacia psicológica de la gran tradición novelística rusa, Guzel Yájina recrea distintas voces y relata el espléndido despertar de una mujer cuya epopeya ha emocionado a miles de lectores en todo el mundo.

Opinión personal:

Tengo que agradecer a la editorial Acantilado y a Babelio en español, a través de la iniciativa Masa Crítica, el ejemplar de esta obra. En cuanto figuró entre las novedades editoriales sabía que tenía que leerla. Y tras su lectura tengo que decir que me ha gustado todo. La ambientación, el trasfondo histórico, la profundidad y evolución de los personajes, el realismo mágico, los pequeños detalles…, todo. La traducción de Jorge Ferrer es muy buena. Es una novela que está a la altura de otras tan maravillosas como el Doctor Zhivago (Borís Pasternak) o Anna Karenina (Tolstói).

Zuleijá abre los ojos se desarrolla entre 1930-1946, cuando Stalin estaba en el poder. Durante la época estalinista, se aplicó una política de colectivización agraria forzosa que llevó a un enfrentamiento entre las fuerzas del Estado y los campesinos insurgentes que fueron denominados kulaks de forma genérica. Estos fueron arrestados, deportados a Siberia (tras serles confiscadas sus tierras), cuando no, ejecutados.

Es admirable el trabajo de investigación que ha debido de hacer Guzel Yájina recopilando, leyendo y analizando copias de informes y documentos sobre el sistema GULAG (la dirección del NKDV que dirigía, entre otros, el sistema penal de campos de trabajo forzoso y las colonias), los asentamientos en Siberia, las deportaciones, etc., para recrear con bastante fidelidad, o al menos hacerlo creíble para los que no somos expertos historiadores, hechos acontecidos durante el periodo estalinista. Se nota. Y también se observa la denuncia. Es la obra de una intelectual intransigente y una persona culturalmente consciente.

Narrada con distintas voces, Zuleijá abre los ojos está estructurada en cuatro partes. La primera sirve a modo de introducción. Conocemos quién es Zuleijá, cuál es su vida, sus creencias. Es una mujer campesina que vive en una pequeña aldea tártara, con su marido, treinta años mayor, y su suegra, a quien llama en silencio La Vampira. Explotada por ellos, despreciada por ambos. Ha enterrado cuatro hijas pequeñas. No espera mucho de la vida, de hecho, la acepta porque no conoce nada más. Es una mujer devota de Alá. Hasta que ciertos acontecimientos hacen que Zuleijá sea considerada kulak, expulsada del hogar que conoce y deportada a Siberia. La segunda parte de la novela se centra en el terrible y largo viaje de Zuleijá hacia esa tierra inhóspita, junto a otros deportados que incluyen campesinos, intelectuales de Leningrado (considerados como desechos) y criminales, escoltados por el comandante del Ejército Rojo, Ignatov. Un viaje lleno de penurias, donde Zuleijá descubre que está embarazada. La tercera, abarca un periodo de quince años, desde su llegada a Siberia, a orillas del río Angará. Una parte centrada en la supervivencia, la experiencia de ser madre, el descubrimiento del amor y la creación de un pueblo. Y la última, el desenlace. Un final que me pareció de película. En mi opinión, Zuleijá abre los ojos podría ser llevada a la gran pantalla sin ningún problema, y su final sería de esos donde la gente permanece varios minutos aplaudiendo. Poético.

Zuleijá abre los ojos es una novela muy bien escrita (y traducida), llena de claroscuros. En contra de lo que pudiera parecer, la autora no se recrea en la atrocidad ni el sufrimiento, pero el lector se hará una imagen perfecta de lo que llegó a ser la vida de los deportados bajo el régimen de Stalin. Almas desarraigadas, abandonadas a su suerte en un paraje frío y duro, donde no había distinción social pues todos, con independencia de su origen, educación o cultura, eran considerados parias, contrarrevolucionarios. Algunos podrían serlo, pero la novela señala que hubo inocentes tachados de kulaks que fueron igualmente deportados, como Zuleijá. Las sombras se mezclan con las luces que proyectan la compasión de un hombre del Ejército Rojo, la camaradería que surge entre personas que luchan por sobrevivir, el desarrollo del arte, la experiencia de ser madre o el crecimiento de Zuleijá como mujer.

Los personajes que se pasean por las páginas de Zuleijá abre los ojos son maravillosos. Están muy bien construidos, no parecen impostados. Y la evolución de su protagonista y la del comandante Ignatov me parece extraordinaria. Zuleijá, al principio es una mujer sumisa que acepta su destino porque no conoce nada más. A pesar de la vida de penurias y humillaciones que soporta en la aldea tártara, considera que tiene suerte de tener un marido fuerte que la provee de leña, grano y un techo en el que vivir. Es una mujer que cree en las leyendas y en Alá. Sin embargo, cuando es deportada su fe se debilita, reza poco y deprisa. Durante los meses que dura el viaje a Siberia y, después, una vez allí, se convence de que Alá, ni los ve ni los escucha (¿cómo podría hacerlo en un lugar tan remoto?). Solo piensa en su hijo y considera que es el destino quien quiere que siga viviendo. Zuleijá, por fin, abre los ojos, se desprende de vergüenzas y miedos, y se convierte en una mujer fuerte y decidida.

Y no sentía ninguna vergüenza. Todo lo que le habían enseñado e inculcado desde niña había pasado a un segundo plano o, directamente, se había esfumado. Y lo nuevo que vino a sustituirlo barrió todos los miedos, de la misma manera que las crecidas arrastran las hojas muertas y las ramas arrancadas.

Ignatov, por su parte, es un personaje muy atractivo y uno de los elementos que aportan luz a la narración. Es un soldado fiel al régimen, inicialmente convencido de que hay que acabar con los movimientos contrarrevolucionarios, vengan de donde vengan. Sin embargo, durante el viaje, sus ideales como soldado del Ejército Rojo pierden fuerza frente a cuestiones morales. Siente compasión por unas personas a las que debería odiar y, sin embargo, esos sentimientos lo llevan a «manchar» su expediente con sobornos para conseguir alimentos para los deportados y con la protección ofrecida a una sospechosa para evitar que la investiguen. Siente remordimientos. Llega a Siberia y es abandonado junto a los mismos deportados de los que se tiene que encargar con la encomienda de fundar una colonia de trabajadores, y los deseos desesperados de salir de allí terminan convirtiéndose, con los años, en un apego a esa tierra hostil y a esa gente hosca cuyo destino comparte. Y el mayor cambio que experimenta: anteponer el amor de una mujer al Partido.

Ignatov no alcanzaba a comprender cómo se puede amar a una mujer. Uno puede amar las grandes causas: la Revolución, el Partido, su país. Pero ¿a una mujer? ¿Cómo se puede utilizar una misma palabra para nombrar la relación que uno mantiene con dos magnitudes tan distintas, como si se pudiera poner en un platillo de la balanza la revolución y en el otro a una mujer cualquiera? Es ridículo.

Hay personajes fugaces, de aquellos que se pierden por el camino. Hay otros que permanecen más tiempo, sobre todo los que figuran entre aquellos primeros colonos, como el pintor Ikonnikov, el doctor Wolf Kárlovich (enloquecido por no poder asumir los cambios tan radicales que sufre el país), el pescador Lukká, la anciana intelectual Isabella. Por supuesto, Yusuf, el hijo de Zuleijá, que nace cuando esta llega a Siberia y se cría allí. Y aquellos personajes que nos muestran otra cara de la moneda, como el criminal Gorelov o el jefe de Ignatov, Kuznets.

Otro elemento más que me ha gustado. La pluma de Guzel Yájina es impresionante, expresiva, poderosa. Por momentos, poética. A pesar de que es un libro denso, su autora te engancha y mantiene bebiendo de su prosa desde las primeras páginas. El lenguaje es rico, los detalles y las descripciones, abundantes, pero no excesivos.

Vamos, que me ha encantado. Zuleijá abre los ojos os la recomiendo a todos aquellos que gustan de una obra intensa, bien escrita, con una fuerte componente histórica. Una obra magnífica llamada a figurar entre los clásicos de la literatura rusa.

Mi valoración: 5/5

Puntuación: 5 de 5.

Guzel Yájina (Kazán, 1977) estudió filología inglesa y alemana en la universidad de Kazán, tras lo cual se formó como guionista en Moscú. Su primera novela, Zuleijá abre los ojos, ha sido traducida a más de veinte idiomas y ha recibido numerosos galardones, entre ellos el prestigioso Premio Gran Libro 2015 en Rusia.

Pincha aquí para leer un extracto de Zuleijá abre los ojos.

Podéis comprar el libro desde la editorial Acantilado (aquí) o desde amazon (aquí).

FICHA TÉCNICA:
Título: Zuleijá abre los ojos
Autora: Guzel Yájina
Traductor: Jorge Ferrer
Editorial Acantilado
Género: Narrativa contemporánea

Fecha de publicación: 03/2019
ISBN: 978-84-17346-55-3
Papel:
Encuadernación: Rústica cosida
Formato: 13 x 21 cm
Nº de Páginas: 544

Escrito por

Viajar, es mi pasión. La lectura, mi adicción. El café y el chocolate, mi sostén. Familia y amigos, mi conexión a tierra.

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