
A veces seguir adelante consiste en dejarse morir, poco a poco. Trescientos sesenta y cinco días por año, siete días a la semana, veinticuatro horas al día. Sin pausa. Cerrar los ojos y caer dormida no es una tregua, más bien una pesadilla donde el pasado aprovecha para adueñarse de mi mente y torturarme con sueños que no se cumplieron.
Y me pregunto qué fue lo que hice para escapar a duras penas de un infierno de palabras endulzadas y paredes revestidas de gritos, mentiras y celos enfermizos, y terminar, meses después, atrapada en otro diferente y, al mismo tiempo, conocido. Un paraje estepario en el que habitan reproches, engaños y palabras tergiversadas sacadas de contexto, donde las escasas lluvias no bastan para arrastrar las palabras dañinas que dejaron mi alma árida y resquebrajada.
¿De qué sirvió protegerme tras un muro de silencio y desconfianza?
Deambulo por esta estepa entre dudas y miedos a no ser suficiente o a ser demasiado, a ceder por amor a un futuro incierto, arrastrando a mi paso eslabones de culpabilidad ajenos, mientras ruego por sobrevivir a la siguiente tormenta de ira y resentimiento que lleva tu nombre. Y a tus propios silencios.
Mis lágrimas hace tiempo se secaron. Ahora un brote de esperanza corre el riesgo de morir, antes de verlo crecer, por la falta de agua y las temperaturas extremas a las que me sometes. Siento que tengo que huir de aquí, de ti, o temo perderme para siempre, pues a estas alturas, ni siquiera, reconocerme puedo.
¿Dónde escondiste la llave del olvido que conduce a mi libertad, maldito?
El destino me ofrece la oportunidad de construir un nuevo sueño. Y así, después de cada amanecer, me tienta, de la nada me muestra una puerta a la que me acerco. A través de su mirilla me dejo seducir por una playa con mar en calma, unas aguas cristalinas con las que podría sellar las grietas de mi pobre alma y las palabras susurradas por un viento amable que hace cimbrar la puerta desde aquel otro lado: —No cejes en tu empeño por encontrar la llave, niña, que este sueño, paciente, aguarda.